Protección de datos
… Y otras gaitas. Nos toman por bobos (no sé si al día de hoy es políticamente correcto decirlo así, por tanto, si no lo es, les ruego me lo indiquen y rectifico de inmediato) A lo mejor habría que decir bobos, bobas o bobes. Me refiero a la famosa normativa de la Protección de Datos, porque al respecto cabría decir un par de… docenas de cosas.
En el mundo debe haber millones de personas que no conocen mis datos más personales simplemente porque les importan un pimiento, como a mí los suyos, pero no porque no puedan acceder a ellos, porque si lo quisieran podían saber hasta el número de mis zapatos. Internet se está convirtiendo en algo intransitable. No hay página que se precie que no te exija al entrar aceptar su “política de cookies”. Si un amigo le pide un favor tal como que le busque la dirección de una cierta zapatería ¡no lo haga! porque a partir de ese momento empezará a recibir anuncios de todas las zapaterías del mundo, empezando por las más cercanas a su domicilio que, evidentemente, tienen localizado al centímetro. Nuestros datos, lejos de estar protegidos, están absolutamente expuestos sin penalización alguna, salvo que el “divulgador” de los mismos sea un incauto que haya cometido un error. Y las propias Administraciones Públicas no entran en esta categoría. Ellas tienen patente de corso. Que se pone la intimidad por los suelos: pues que se ponga. Y al que no le guste que pleitee, que recurra. Es posible que dentro de varios años un Tribunal le dé la razón. Y si tal vez hubiera un culpable… (perdón, voy a dominar la risa floja y vuelvo) que lo busquen.
Todo esto viene a cuento de alguna actuación de la AEAT, ese organismo invulnerable y omnipotente que, cada vez más, vela por el bien común contribuyendo, cual un Diego Corrientes redivivo, a quitar a los ricos para dar a los pobres. Hace unos años se aprobó en tiempos del señor Montoro, de infausto recuerdo, una norma que permitía publicar un listado de deudores a la Hacienda Pública siempre que la deuda rebasara cierto umbral. Y que nadie sonría diciendo que fue cosa del PP, el PSOE lo ha mantenido prácticamente sin variación. En la EM de la Ley que introdujo esta medida se decía enfáticamente: “La medida es totalmente respetuosa con la reserva de datos tributarios y, por tanto, con los principios en los que ésta se fundamenta…”. Además de otras muchas justificaciones brillantemente redactadas. Y hablamos de personas de las que la propia AEAT afirma que son deudores de cifras superiores al millón de Euros.
Pero cambiemos de escenario. Vámonos a un profesional cuyos clientes reciben comunicaciones de la AEAT declarando embargadas las deudas que puedan tener con él por ser deudor de la Hacienda Pública… en 147 Euros. Han leído bien: 147 Euros. Y ni siquiera sabemos si la deuda existe porque no tenemos constancia de haber recibido ninguna Providencia de apremio, pero, como se pondría en peligro la estabilidad de las cuentas públicas no tienen empacho alguno en comunicar a sus clientes, que el “presunto deudor” es un defraudador que ha escamoteado fondos a la Hacienda Pública.
Si yo fuera deudor de la Hacienda Pública en más de un millón de euros, les confieso que me importaría poco que un señor de Soria se enterara de ello, pero que se dirijan a mis clientes, sin ningún otro aviso previo, diciéndoles que no pago lo que debo me sabría a cuerno quemado. Repugnante.
Rubén Candela Ramos
Asesor fiscal |Economista
Publicado: 19-07-2021 |Diario Sur