En horas de oficina

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Con su habitual maestría no exenta de cierta socarronería, comenta en su blog mi compañero Javier Gómez Taboada una STS que, finalmente, absuelve de responsabilidad civil a un notario al que un abogado, antes amigo, había demandado por una supuesta falta de asesoramiento adecuado que le había obligado a hacer frente a una cuantiosa liquidación tributaria. Verán, al parecer, abogado y notario habían coincidido en un chiringuito en verano y tomando unas tapas y unas cañas el primero comentó al segundo su intención de recibir en concepto de donación una importante cantidad de sus padres y su régimen tributario. El notario, siempre según la Sentencia, le dijo que era posible, le comentó la existencia de unas bonificaciones en el Impuesto sobre Donaciones y ahí acabó, al mismo tiempo que los langostinos, el asesoramiento.

Meses después, en noviembre, se formalizó la donación en escritura pública, cuyos honorarios notariales, señala la Sentencia, fueron incluso condonados y el abogado que había recibido la donación de sus padres, donatario y sujeto pasivo del Impuesto no presentó la autoliquidación del mismo sino hasta tres meses después de la firma, aplicando la bonificación de más de 200.000 Euros y abonando una pequeña cantidad. La Comunidad valenciana tiempo después practicó una liquidación paralela reclamando los más de 200.000 Euros bonificados puesto que es condición sine qua non que la declaración se presente en el plazo de un mes, lo cual se había incumplido. Y el abogado reclama al notario la indemnización por no haberle informado de tal plazo. Menos mal que el Tribunal Supremo ha puesto cordura en el tema porque aunque el Juzgado de Primera Instancia falló a favor del notario, la Audiencia, de Castellón por más señas, le condenó.

Todos los profesionales recibimos frecuentemente consultas de amigos, conocidos, etc. acerca de nuestra profesión. Ni se imaginan en esta época los asesores fiscales. El “Hombre, por cierto…” es siempre el preludio de la clásica duda de renta o patrimonio. Tan frecuente que  leí una pequeña broma en redes sociales. Precio de una consulta: 30 Euros. Y una consultilla: 30 Eurillos. Pues bien, si cundiera el ejemplo de la Audiencia de Castellón habría que tentarse la ropa. Tomando tapas se habla de fútbol, de toros o de política pero de temas profesionales ni olerlos. Esos en el despacho y en horas de oficina.

Tengo un amigo médico que dice tener el tema controlado. Cuando algún amigo le pregunta en la calle por alguna cuestión que le afecta le responde que vaya a verle a la consulta. Y si le pregunta que si merece la pena le responde “Hombre, no te voy a pedir que te desnudes en la calle”.

Rubén Candela Ramos

Asesor Fiscal | economista

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