Presupuesto Cíclico: ¡Qué peligro!

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En mis años mozos, cuando me iniciaba el estudio de la Hacienda Pública y las elecciones eran algo que se hacía en el extranjero pero que aquí, salvo las de delegado de curso o presidente de comunidad de propietarios, no sabíamos muy bien en qué consistían, recuerdo que estudié con bastante detenimiento un instrumento de política económica que se bautizaba con el nombre de “presupuesto cíclico”. Tal vez por la claridad del planteamiento intuía que como elemento suavizante de las oscilaciones de los ciclos económicos podía tener una gran utilidad. Y no cabe duda de que es así.»

                Permítame, para los no  iniciados, una breve explicación, porque su comprensión tampoco la requiere extensa. En la actividad económica se producen altibajos que se repiten de forma más o menos periódica y que conocemos con el nombre de ciclos económicos. Pues bien. En la fase bajista del ciclo, el Estado inyecta fondos al sistema, efectuando gastos y, sobre todo, inversiones, que permiten suavizar la sima del ciclo aun cuando no cuente con recursos suficientes para ello, es decir, gasta más de lo que ingresa y, por tanto, se endeuda. Tenemos déficit. No importa, porque se supone que cuando la actividad se relance y llegue la fase alcista se terminarán los gastos extraordinarios y además el aumento de la actividad proporcionará mayores bases imponibles y, consecuentemente, mayor recaudación tributaria, que se aplicará a cancelar el endeudamiento del momento anterior. Tenemos superávit.

                Como ven, el mecanismo es de una simplicidad teórica apabullante. Sin embargo, en la práctica dista mucho de comportarse así. Un autor norteamericano de cuyo nombre si quiero acordarme –perdonen el cuasi-plagio-, pero no lo consigo, formuló hace años una teoría que llamaba “marginalista de los votos”. Según dicho autor, el político tomará una decisión de incurrir en un determinado gasto público siempre que los votos que le reporte dicha decisión sean más que los que le reste el aumento de impuestos necesario para financiarlo.

                Hablar ahora de presupuesto cíclico con ese condicionante es algo espeluznante. Digan los políticos, de este o aquel partido, cuándo ha habido superávit en España o cualquier otro país medianamente desarrollado para enjugar los déficit incurridos en años supuestamente “bajistas”. Me creeré las buenas intenciones  cuando empecemos por superavits, no por déficits, que nos llevaron, no hace mucho tiempo, a niveles de endeudamiento absolutamente insoportables. Analicen, partida por partida, el presupuesto de gastos, eliminen los innecesarios, que los hay y muchos, aumenten los que fuera menester, que también los hay y muchos, recuperen el viejo principio hacendístico de que “la cuantía del gasto precede la del ingreso” y, una vez hecho esto, tengan la gallardía de pedir a la ciudadanía los recursos necesarios para su financiación. Lo contrario es pedir a nuestros hijos que paguen mañana, lo que gastamos, nosotros hoy.

 Rubén Candela

Economista

Presidente de la Asociación Española de Asesores Fiscales (AEDAF)

 Publicado: 5/05/2004  Expansión Madrid

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