Qué canallas son

 En Opinión, Artículos de prensa

Los vientos de libertad que nos azotan desde hace tiempo no paran de soplar. A veces arrecian incluso. Nos hemos vuelto muy celosos de todas nuestras libertades entre las cuales debe de estar la de libre comercio, porque si no es así, no entiendo cómo, con el cúmulo de organismos supervisores, reguladores, controladores de los supervisores y vigilantes de los reguladores con que contamos, pueden salir a la venta artilugios cuya sola presencia en los medios produce risas o bien que anuncian efectos que te dejan con la cara a cuadros. ¿No tenemos ningún organismo regulador que proteja a los ciudadanos de su propia estupidez? Acabo de ver en televisión un anuncio de una especie de pulserita que colocada en la pantorrilla hace desaparecer de inmediato el lumbago. ¡Es cierto! Sale un señor con la espalda en ángulo de noventa grados y con solo colocársela se pone a levantar pesas. Lástima no haberlo sabido antes porque hace unos días que me operé de la espalda y tal vez podía haberlo evitado. Y ni siquiera es algo que vendan por Internet desde no se sabe dónde, lo anuncian en una sucursal de esa cadena a la que la primavera llega en febrero.

Y ¿qué ocurre con determinadas prácticas cuyos efectos son mínimos a nivel individual pero que llevadas a cabo con miles de clientes reportan a sus autores pingües beneficios? Veamos alguna de ellas. Antes, cuando algunos bancos eran decentes, abrías en ellos una cuenta de crédito además de la habitual cuenta corriente y te la “combinaban” ¿Qué quiere decir eso? Pues que no tiene sentido tener saldos ociosos en la cuenta corriente y estar pagando intereses por disponer de la cuenta de crédito, de modo que los cargos se iban produciendo en la corriente y si esta agotaba su saldo se traspasaba automáticamente desde la de crédito la cantidad necesaria para que no se quedara en descubierto. Pues bien, eso pasó a la historia. Ahora abres una cuenta corriente, domicilias todos tus recibos y ya sabemos que hoy día las domiciliaciones son abundantísimas: Agua, luz, gas, teléfonos, impuestos, seguros, compras con tarjetas, etc. A veces sucede que de pronto te cargan un cúmulo de recibos y la cuenta corriente enrojece. Pues bien, aunque tengas una cuenta de crédito con un buen saldo disponible, el banco por su cuenta, no hace ningún traspaso. A veces opta por devolver algún recibo con la consiguiente molestia de tener que gestionar de nuevo su pago. Pero paradójicamente, si eres un buen cliente y considera que tienes la suficiente solvencia atiende los recibos con cargo a la cuenta corriente dejándola en descubierto. Y ahora viene el negocio. De inmediato te cargan comisión por gestión de descubierto, cantidad que según cada banco suele oscilar entre 30 y 50 Euros y que se supone que corresponde a los gastos incurridos para recuperar la deuda, gastos inexistentes porque lo único que hacen es anotar en cuenta la comisión y eso lo hace el sistema de forma automática. Y si andas atareado y tardas unos días en ver el saldo de la cuenta en Internet, con lo que el descubierto dura ese tiempo, te meten unos intereses a tipos que quintuplican los normales de los créditos que te encienden. ¿Y nadie les llama al orden? Porque claro, ellos están encantados.

                                                                                                              Rubén Candela Ramos

                                                                                                               Asesor fiscal | Economista

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